
Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela. Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó adónde se dirigía.
-A la casa de mi abuela- le contesto
-¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
-El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso su sangre en una botella y partió cu carne en rebanadas sobre un platón. Después se vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama.
La niña tocó la puerta.
-Entra, hijita.
-¿Cómo estas, abuelita? Te traje pan y leche.
-Come tu también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; y mientras lo hacía, un gatito dijo:
-¡cochina¡ ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela¡
Después el lobo le dijo:
-Desvístete y métete en la cama conmigo.
-¿Dónde pongo mi delantal?
-Tíralo al fuego, nunca más lo necesitarás.
Cada vez que se quitaba una prenda(el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la niña hacía la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba:
-Tírala al fuego; nunca más la necesitarás.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
-Abuela ¿por qué estás tan peluda?
-Para calentarme mejor, hijita
-Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
-Para poder cargar mejor la leña, hijita.
-Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
-Para rascarme mejor, hijita
-Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
-Para comerte mejor, hijita.
Y el lobo se la comió.