Él
había crecido escuchando esa historia, en la que casi todos coincidían en que
era un viejo encantamiento de un Hada Maligna, algunos explicaban que había un
feroz dragón custodiando la entrada, los cocineros de la Corte contaban que
despertaría si le daban su primer beso de amor. De una forma u otra, todos,
absolutamente todos, concluían con el mismo nefasto final:
“… pero hasta hoy nadie ha conseguido volver.”
Ahora era él, a sus 19 años recién cumplidos, llevaba tres lunas de duro
cabalgar a través de las montañas, hacía 5 días que no veía ninguna aldea,
ninguna casa perdida, ni un alma. Todo ello le indicaba que cada vez estaba más
cerca del Reino Durmiente.
A pesar de su aspecto sucio y famélico, gozaba de una naturaleza de hierro y
una voluntad inquebrantable.
Tras un infatigable día de camino, llegó a las enormes puertas del castillo no
había dragones ni harpías, sólo frío, soledad y espinosas plantas.
No
podía creer que después de pasar tantas penurias, se hallara ante la fortaleza
impenetrable. La más negra oscuridad se apoderó de la estancia impidiéndole
ver.
“Nadie ha conseguido volver” recordó, y comenzó a temblar como una hoja,
nunca antes se había sentido tan indefenso.
Por fin encontró las escaleras del torreón, sin duda allí se hallaría la alcoba
de la supuesta princesa. Corrió frenéticamente
cientos de escalones que lo llevaron a la lujosa habitación de destrozados cortinajes,
mármol rosáceo y la enorme cama de amarillentas mosquiteras de encajes a medio
correr. Alrededor de la cama, lucían cofres repletos de oro y joyas de todos
los tamaños y colores; y tras la mosquitera unas faldas de exiguo terciopelo
rojo.
Un sudor frío recorrió su cuerpo, el corazón estaba apunto de reventarle: “Dios
mío, era cierto, ahí está, la Princesa Dormida, la Bella Durmiente…”
Decirle
bella era una ofensa, su perfección rebasaba los límites humanos. No era rubia
como contaban sino de oscuros y ondulados cabellos que enmarcaban un rostro de
inusual exquisitez, era joven pero no tan niña, rondaría los veinte a juzgar
por las redondeadas formas que se adivinaban bajo el roído vestido. Al ver sus
labios de un rojo insolente, semiabiertos, esperando el dulce beso, le parecía…
una preciosa ninfa dormida, a excepción de su piel que era verdosa, como de
muerto.
El príncipe se lanzo a besar aquella boca que casi suplicaba ser vulnerada.
¿Qué
ocurre aquí?, pensó, “no despierta con mi beso”.
La besó una y otra vez, pero nada, seguía yerma como un leño.
De pronto su mirada se detuvo. Le abrió el corsé y pegó la oreja en su pecho
izquierdo, pero nada, ningún latido, le
puso la mano delante de los labios, no había aliento, no había vida, aquella
chica no estaba dormida, ni viva.
el príncipe se acerco y noto que de la princesa se desprendía un suave aroma
almizcleño que se intensificaba en sus senos. Su vista se paró allí entonces,
ni siquiera se había percatado de que se los había descubierto totalmente, y
ahora lucían hermosos y apetecibles con esas rosadas y enormes areolas.
Un sentimiento perverso se apoderó de su voluntad, su cuerpo se despertó
después de meses sin hembra alguna, y su endurecido miembro habló por él. Sabía
que era pecado mortal mancillar a los muertos pero aquella princesa era única y
aun parecía tan viva… Se acercó como un niño travieso y le acabó de desgarrar
el vestido… Un exuberante y marmóreo cuerpo se descubrió ante él y sin pensarlo
la cubrió penetrando sus frías cavidades.
Cerró los ojos apunto de llegar al éxtasis y mientras contagiaba de su calor a
la violada princesa su piel le pareció menos verde.
El camino hacia la salida fue agotador hasta que por fin monto su caballo
alejandose de ahí.
Tras seis lunas de agonizante espera desde su partida un fuerte grito resonó en
mitad de la noche desde la torre vigía:¡el Príncipe Heredero ha vuelto!
La joven Reina acudió sobresaltada al encuentro de su hijo y no pudo evitar
llorar sin consuelo Tras de sí, en las alforjas del caballo, un cofre repleto
de oro, diamantes y piedras preciosas.
¿Qué pasó querido hijo que te ha quitado la alegría de vivir? Contesta hijo
mío, ¿hallaste a la Bella Durmiente?...”
“Abrázame madre, tengo frío”
13 comentarios:
El frío de la princesa marmórea ha hecho presa en él.
Muy bueno.
Un abrazo.
Un cuento distinto al que siempre hemos escuchado o leído ..esta vez el príncipe se va con ella al finito del mundo o al más allá ..Me gusto .
Un abrazo.
Se le contagió el frío de cadáver. Un cuento muy duro, con un final infeliz sin perdices :-)
Un abrazo
Me ha gustado mucho.
Es un cuento para adultos.
En realidad él será siempre un vivo muerto después de eso.
Al final siempre las madres...
Besos.
Todo el mundo tiene lo que se merece..
Buen relato.
Muy bien logrado amiga este relato, una belleza 💗
Un besote desde Plegarias en la Noche
Beautiful blog
Please read my post
Hola Jova!!
Que cuento tan impredecible, la profanación le costo la vida, porque desde ahora sentira ese frio en su alma.
Muy buena historia.
Un beso enorme Jova espero que estes bien!!
Justo castigo por mancillar un fallecido cuerpo.
Un beso Jova buen cuento.
Your blog is amazing ��
escrbes muy bien logras captar la atencion Me has maravillado
Boa tarde minha querida amiga. Texto que nos prende do início ao fim. Um excelente mês de novembro.
Publicar un comentario